(Extractos de las crónicas del primer humano en Marte, parte de la historia encontrada en la botella).
Qué alguien tenga piedad, Escritor!
La desgarrante necesidad de bañarme en los fluidos que corren por las venas de otras criaturas es más fuerte que lo que mi conciencia y alma pueden soportar, no lo puedo retener. Mi cuerpo actúa por sobre mis pensamientos, o al menos es de lo que trato de convencerme. No puedo, no quiero admitir que me encanta. Que me fascina cortar ah, como disfruto provocar ese dolor, ah, los gritos de piedad sintonizados con las cuatro estaciones de Vivaldi o alguna sinfonía de Beethoven...y ahora mismo se me ocurre Ode to Joy, já! la ironía de su mensaje y mis acciones mientras la escucho... Será por eso que me excita aún más?
El placer. Es el placer, no sólo en lo desagradables y perversos que son mis actos, si no en la diversión al pensarlo, al descubrir que nadie más que yo, y usted, mi estimado anónimo lector, conocemos. El disfraz que uso, ¡qué bien me queda, mi estimado! Oh, a veces creo que Hollywood se ha de perder a una maravillosa estrella de la actuación al no tenerme, me gusta tanto llevar una doble o quizás hasta triple vida. Parecer una criatura tan simple y a veces hasta simpática con los demás, pero esconder tantos oscuros secretos.
Admito que a veces no puedo contenerme, a veces este ser que oculto se asoma y sorprende la atención de algún objeto (llámese así a cualquier ser con el que me relacione), pero mis dotes de elegancia enseguida se expondrán en mi defensa, y cualquier extraña situación quedará en el olvido para ese objeto.
Ahh, pobres víctimas, pobres cosas. ¿Quién sospecharía de mi? Cómo quisiera que alguien supiese de esto, y que ría silenciosamente conmigo, que me comprenda y admire, que se fascine con mi demencia.
Quiero aclarar que el miedo a veces me invade, pero tengo trucos que me ayudan a quitarlo, quizás, sirva para muchas ocasiones, no sólo para salvar a un psicópata de una realidad que no quiere aceptar. Es el respeto, la elegancia y la educación. Nunca parecer más inteligente que cualquier objeto, siempre hay que parecer como idiota. La gente cree que puede confiarle todo a los idiotas, ya que éstos no entenderán los secretos ni distribuirán información que desconocen. Otros trucos son la modestia (falsa), la ausencia del prejuicio y nunca el temor a preguntar cuando algo no se entiende, eso nos hace ver más "humanos". Já!
Sólo quiero quitar esta ansiedad, a veces temo perder el control, a veces no puedo resistirme y me hago daño a mí mismo. Luego me arrepiento y lloro. Luego me calmo y río, y quizás intento tocar el violín, aunque admito que lo hago pésimamente.
Quiero cerrar esta carta, o lo que esto se supone que sea, para preguntarle a mi lector, indirecta y retóricamente; ¿cómo es posible, que existiendo tantos placeres a nuestro alcance como el legado de los grandes artistas clásicos, haya criaturas que prefieran utilizar sustancias que arruinan lo más precioso que tenemos, nuestro cerebro? Ah, quítenme todo, pero nunca mi amado y querido cerebro, que tantos secretos y recuerdos me guarda. ¿Qué haría si me fallase! El sólo hecho de pensarlo me produce escalofríos.
Me despido, mi queridísimo acompañante secreto, en esta melancólica noche en la que le he confesado algo tan macabro, que necesitaba ser contado. Es un honor como siempre, su compañía. Estaré en contacto nuevamente, y quizás hasta le prometa contarle detalladamente alguna de mis fantasías que para ese momento haya vuelto realidad.
Le escribe con total honestidad, el primer humano en Marte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario